El problema es que damos nombres a las cosas, y en ese momento rehuimos su esencia más vil. No es ataque o agresión, parece que ahora es algo llamado “escrache”. Y así, con una su normalidad porteña, “escraqueamos” el bulto y nos creemos que lo que hacemos es un gesto democrático, incluso escribimos manuales y decálogos para hacerlo bien, plenos de igualdad de género.
Pero subyace lo real, y es que, como indicas, la distancia entre los actos contra los diputados peperos y los de las juventudes nazis a principio de los treinta contra los excluidos de su visión es escasísima…
Por: Guillermo B.
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